Al
mismo tiempo que decía las últimas palabras, se levantó del
sillón. Se acercó lentamente, como midiendo mis intenciones.
Supongo que esperaba que tratara de huir. Pero yo estaba cegada por
el odio, te odié cn toda mi alma por darle tu sangre a ese ser
cínico y despreciable, quizá era efecto de mi furia, pero su rostro
antes hermoso, ahora me parecía aterrador, sin vida, pero lleno de
odio.
Lo
dejé acercarse a mí, si pensaba matarme, no trataría de impedirlo,
era mejor la muerte que seguir sintiendo ese dolor inmenso que su historia acababa de causarme. Siete años contigo y tú le diste la
inmortalidad a él, me parecía justo que fuera él quien terminara
con mi vida, dado que acababa de asesinar mi alma.
Me
di cuenta que tenía los ojos cerrados mientras pensaba en todo esto.
Cuando los abrí, él estaba a mi lado. Me miró con deseo, pero no
era lujuria, era hambre. Se tomó su tiempo como un lobo, me
reconoció con su rostro, olfateándome como un animal, me tomó de
la cintura con fuerza,y después me besó en la boca salvajemente,
sin ningún sentimiento. Salvo quizá odio.
En
ese momento sentí miedo poro primera vez. No me asustaba la idea de
morir, pero sabía que sería doloroso, él no lo haría rápido,
quería que sufriera pues pensaba que esto te lastimaría aún más.
Me tomó del cabello con violencia y echó mi cabeza hacia atrás,
descubriendo mi cuello. Pensé que me clavaría los colmillos en ese
momento, pero no será tan fácil. Sentí un dolor agudo en la
garganta, pero su rostro aún seguía sonriéndome maliciosamente,
por lo que supe que no se trataba de sus colmillos. Y sin embargo
algo tibio empezó a brotar con fuerza de la herida. El maldito me
había cortado la yugular con algo, y estaba desangrándome con
rapidez. Él comenzó a lamer la sangre que escurría, pero
controlando sus ganas de atacarme por completo, pensaba verme morir
sin la gracia del placer que produce la mordida, quería que sintiera
perfectamente mi propia muerte y no me concedería la posibilidad de
llenarme con imágenes tranquilizadoras. Rápidamente sentí mi ropa
empapada. Él apenas alcanzaba a beber parte pues la sangre brotaba a
chorros. Pensé que me desmayaría pronto y el dolor desaparecería,
pero él me hablaba, insistía en mantenerme consciente, clavaba sus
dedos en mi espalda, obligándome a sentir, y tiraba mi cabello si
mis ojos se cerraban.
No
sé cuánto tiempo pasó, pudo ser un minuto, una hora, la muerte
llegaba demasiado lento y yo sólo podía pedir que no se retrasara
más. Justo en ese momento volví a pensar en ti, y por fin, perdí
el conocimiento.
Desperté
dos días después en el hospital, sin tener idea de cómo. Me
sorprendió darme cuenta de que estaba con vida, el dolor y la
debilidad que sentía, eran singno inequívoco de ello. Al abrir los
ojos , vi a Daniel a mi lado, durmiendo. Se había quedado ahí
durante días. Él me explicó que me había encontrado en la cama,
sin conocimiento, pálida como la muerte, mi ropa estaba bañada en
sangre, pero no había heridas visibles. Me había desangrado casi
por completo, y no lograron encontrar la razón. Pensaron que podía
tratarse de un aborto, pero los estudios no revelaron nada, los
médicos estaban desconcertados, y apenas lograron salvarme.
Cuando
pude mirarme al espejo me di cuenta que estaba muy pálida.
Curiosamente, aunque la herida había desaparecido por completo, en
su lugar había dos marcas rojas, no parecían abiertas, pero tampoco
sanaron nunca.
Mi
buena salud me hizo recuperarme rápidamente, pero emocionalmente
quedé devastada. El odio que sentía por ti, y la incertidumbre de
no saber qué había evitado que ese ser me matara, me afectaron en
todos los ámbitos de mi vida. Daniel se esmeraba en apoyarme, pero
yo sólo podía pensar en ti.
Poco
a poco se fue cansando de cuidarme, de estar, y un día, simplemente
dejó de intentarlo.
Su
partida fue casi un alivio para mí. Al no tenerlo tras de mí todo
el tiempo, pude refugarme en el trabajo, y poco a poco normalizar mi
vida, y justo ahora, cuando por fin me sentía ligeramente en paz,
apareces de nuevo. No sé qué diablos haces aquí, por qué vuelves
mi vida un caos, cada que empiezo a salir adelante.
Después
de escucharme, te levantas del sillón, en un movimiento casi
gatuno, apareces a mi lado y me abrazas. Con dulzura recargas tu cara
contra mi cabello, y susurras en mi oído --- Porque te amo. ¿Quieres
saber qué pasó?. Esa noche él me llamó, mientras tú luchabas por
tu vida, él me llenó la mente con imágenes de tu muerte, no lo
hizo hasta que tu cuerpo estaba bañado en sange y creyó que no
podría hacer nada. O quizá esperaba que hiciera lo mismo que con
él, que me condenara de nuevo tal vez era su venganza.
Llegué
a este lugar más rápdo de lo que jamás lo había hecho antes.
Él
ya se había marchado, sintió terror de saber lo que le haría, y se
fue, con el conocimiento de que yo tendría que elegir entre salvarte
y alcanzarlo.
Cuando
entré, apenas respirabas, el olor de tu sangre inundaba el cuarto,
no me había alimentado esa noche y me golpeó como un puño. Me
invadió un mareo inmenso, y tuve que obligarme a no salir corriendo,
conforme el apetito me empujaba a ti.
Mientras
me acercaba, mordí mis labios hasta hacerlos sangrar, y te besé la
herida para cerrarla. A pesar de la sangre que perdiste tu latido era
fuerte y constante, y me invitaba como una melodía. Por un momento
me dejé llevar por ese sonido, hasta que un sabor delicioso llenó
mis labios. Era como beber el cielo. Mientras la música se escuchaba
más y más fuerte los vi. A tu verdugo y a “Él”, el que me robó
tu corazón, vi también tu vida, tu amor por mí, y aquella
despedida tiempo atrás. En ese momento me di cuenta de lo que estaba
haciendo, y te solté. Salí corriendo de la casa, marqué el número
de la ambulancia, por la cual Daniel pudo salvarte, y corrí como
demente, no sabía hacia donde, no llevaba un rumbo aparente. Corrí
casi hasta el amanecer, pero al fin lo encontré. No le di tiempo a
explicaciones, no me importaba lo que tuviese que decir, sentía el
cosquilleo del amanecer en la piel, y sabá que si no actuaba en ese
momento, no lo haría nunca.
Me
fui sobre él. Se defendió por supuesto, y nos enzarsamos en una
gran pelea, él me mordía, me golpeaba, y trataba de librarse de mí,
pero mi furia me hizo sujetarlo del cuello, y no lo solté ni cuando
sus huesos comenzaron a crujir, bajo mis dedos. Sentí sus dedos
aflojarse en mi brazo, pero sabía que no era suficiente, Con poco
esfuerzo en realidad, lo aventé con furia y quedó clavado en la
cruz de una pequeña lápida al lado de la carretera.
Me
disponía a atacarlo nuevamente, cuando un rayo de sol alcanzó su
brazo y lo vi arder. Esto me regresó el sentido y como pude me
oculté en una iglesia cercana.
En
la noche desperté y salí nuevamente a buscarlo, encontré la cruz
rodeada de cenizas y trozos de su ropa, y supe que no había
necesidad de buscarlo más, su muerte había llegado.
No
me atreví a verte hasta varios días después, me aterraba la idea
de haberte matado, pero la culpa me impedía acercarme si estabas
débil. Sabía que de ser así, esta vez sucumbiría. Sin embargo,
vigilaba a Daniel constantemente, sabía que si iba al hospital era
porque seguías con vida.
Al
fin, una noche, te vi volver a casa, y sólo entonces, me marché.
Estaba
decidido a no volver a verte, a dejarte en paz. Comencé una travesía
al Caribe, y pensé en no regresar jamás.-----
Lo
que nos regresa a mi primer pregunta. Qué haces Aquí.
Me parece un blog realmente interesante, original y fresco. Sigue asi con tus aportes y muchos animos
ResponderBorrarUn blog muy interesante, la verdad!
ResponderBorrarTienes talento para escribir!
sigue así!!!
un saludo!
Muy lindo y bastante original. Me gusta.
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