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jueves, agosto 06, 2015

Y me sigues doliendo...



Vengo regresando de vacaciones con la familia de mi papá, algo que no hacía desde hace muchos años, podría contar muchas cosas de mi viaje, que fue un gran viaje excepto por dos cosas, la primera, coincidió con la visita de una tía que adoro al DF y me la perdí. La segunda, que estando en uno de los estados más relacionados con el narcotráfico en México, fueron las noticias de casa las que me tuvieron con angustia los 10 días.
Ver el FB se ha convertido en la nota roja. Y ya no ocurre lejos, es en casa. No recuerdo cuál fue ya la primer nota. Un multihomicidio en la Narvarte, esa colonia en la que de niña paseaba con mis amigas, donde podíamos salir a la tienda solas y cubrir el trayecto completo de mi casa a casa de un amigo a unas 8 cuadras sin temor a nada más que a los autos.
Una colonia donde viven y trabajan muchas personas que estimo. Los muertos no tenían nombre, ahora lo tienen, Rubén, Nadia, Yesenia, Mile y Olivia, algunos activistas, otras sólo personas, perdón, corrijo, todos personas, todos hijos, hermanos amigos de alguien, historias vienen y van y la justicia tal vez (muy probablemente) no haga nada, pero todos sabemos que Nadia y Rubén venían huyendo de Veracruz, que el gobierno los tenía más que amenazados.
No logro quitarme la imagen de sus rostros sonrientes, como unos días antes no podía quitarme la de los niñitos asesinados por el ejército en Michoacán.
La semana sigue, una mujer es asesinada a sangre fría en un restaurante de México, al más puro estilo del crimen organizado, esta vez en una taquería, en plena luz del día No creo que se haya visto algo así desde hace muchos años cuando Paco Stanley entró al Charco de las ranas para no salir de ahí. Y recuerdo como muchos se conmocionaron, sin importar que él estuviera relacionado con el narco, y cómo encarcelaron a unos e hicieron un gran circo, sin que de la realidad se dijera una sola palabra. No conozco a la mujer, no sé si era criminal, dicen que tenía unas estéticas en Polanco o algo, que no quiso pagar su derecho de piso. Esa palabra la conocí en Cancún, pagar por poder trabajar, porque te cuiden, de quién, de ellos mismos. Luego la escuché en Neza, en un mercadito, 1500 pesos al mes para que no te maten, no importa si tienes un pequeño puesto, o si eres un hotelero magnate.  
Sin embargo, sin saber nada de ella, puedo imaginar la escena, el caos en el lugar, el miedo y la angustia, no sé quién era ella, pero sé que su muerte importa. Que la violencia ha llegado.
Leo una nota sobre una chica que vivía en Chimalhuacan,  una oaxaqueña que fue masacrada por la tía y la madre del exnovio, porque no se quiso casar, porque se embarazó de otro, asesinada con el bebé en el vientre. Y todos sabiendo quién lo hizo, pero sin un solo castigado, claro, excepto por la chica que murió, la familia que la perdió, y el país que cada vez luce más rojo.
Por último y no menos importante, un chico, campeón de ajedrez, universitario, no sé, no he querido terminar de leer la nota, le siembran droga en el aeropuerto, es encarcelado, es delito federal, podría quedarse encerrado años, llegando al DF el taxista (que por cierto me hizo pensar en que debí haber tomado el metrobús) escucha la nota, y al mismo tiempo entrevistan al papá de otra chica, una que llegó de Colombia y también le cambiaron la maleta, lleva 6 meses en el reclusorio, historias de corrupción, desaparición de pruebas, de derechos. Sólo una historia más, a eso se reducen últimamente. Es imposible llevar la cuenta, seguir el ritmo, aguantar tanto sin querer sacarse el corazón (o en su defecto sacárselo a más de un gobernante).
Pero todos importan, todos tienen nombre, todos tienen personas que los lloran, y yo lo hago, me duele, me duele este país, me duele la humanidad. Y uno sólo puede ponerse a trabajar y no quejarse porque podría ser el siguiente en la cárcel, con una bala en la frente,  desaparecido por 9 meses.  Pero cómo vives sin pensar en ello, cómo te sacas de a cabeza que a unas cuadras de donde duerme la gente que quieres, alguien mató a 5 personas y nadie vio nada, nadie dice nada, y probablemente nadie hará nada.

viernes, noviembre 21, 2014

No quiero una guerra




Llevo varios días pensando qué decir,  a diferencia de siempre, hoy comparto mi nota aquí (en fb) y en el blog, porque quiero que la lean. Es larga y sé que muchos no lo harán, pero de verdad espero que sí.

En estos tiempos de incertidumbre, me parece que hay varias cosas que no debemos perder de vista.

En los últimos 10 años, ha habido más de 150 mil muertes en México, no son sólo los 43 normalistas, son los más de 300 cadáveres en las fosas que encontraron al buscarlos, los colgados en Michoacán y otros estados, las muertas de Juárez a las que se les han ido uniendo las del Estado de México, los crímenes del Estado, del narco, de la delincuencia.

Ayer fui a la marcha, una marcha pacífica, hace casi dos años que no salía a las calles, la última vez fue en las elecciones.  Recuerdo que hace dos años no tenía contingente, y no creo que muchos lo tuvieran. Éramos sólo un montón de gente saliendo a las calles a mostrar nuestro descontento .

Esta vez, no podía ni imaginar dónde empezaba ni acababa la marcha, y si bien venía en un pequeño, casi mínimo contingente, una vez más vi a muchos que no, que sólo eran personas, personas cansadas de que el gobierno en este país está llevándose todo lo nuestro, incluyendo nuestra tranquilidad.

Puedo hablar mucho de la marcha, fue una marcha grande, pacífica, emotiva, vi a amigas que hace años no veía, a gente que profesa ideologías diferentes, a chicos glam, católicos, gays, feministas, intelectuales, artistas. Todos marchamos en paz hasta el zócalo. Antes de ir, vi también las fotos de los infiltrados, y sabía que el asunto se pondría feo.

En Bellas Artes el minicontingente se deshizo, mi madre y yo tomamos la decisión de seguir solas al zócalo, avanzamos por un lado de la marcha, y pronto estuvimos muy adelante, llegando tan sólo unos minutos antes de un contingente muy alegre que traía batucada y cantaba muera Peña nieto.

Apenas entrar en el zócalo se sentía una atmósfera distinta, un tronido me hizo brincar. Eran cuetes, no petardos, sino cuetes de los normales, esos que no hacen mucha luz pero si mucho escándalo, en el cielo.

Caminamos sobre 5 de Febrero hacia el lado opuesto de la catedral,  ahí nos topamos con el contingente de los ciclistas que tomaban decisiones, oímos un nuevo tronido, distinto, más fuerte.  Eran petardos. Pero nosotras no lo sabíamos, el zócalo aun estaba a medio llenar. El palacio estaba del lado opuesto, y veíamos gente ahí, escuchábamos los tronidos, pero no sabíamos que pasaba.

Habíamos prometido a mi hermana que no buscaríamos problemas, decidimos irnos. Mandé mensajes avisando y nos unimos a varias personas que también se iban (incluídos los ciclistas). Avisé a una amiga de otro contingente, y nos fuimos. Empezamos a caminar por 5 de febrero, llegamos a Izazaga. Al caminar a 20 de Noviembre, vimos a los perros, aún amarrados. Al final regresamos a Isabel la católica, eran alrededor de las 9 pm.

Llegando a casa comencé a recibir mensajes de mis conocidos preguntando si estábamos bien, sí, todo bien, qué pasa. Me conecto, desalojo del zócalo, golpes, provocadores, heridos, detenidos, qué carajo pasó con nuestra marcha pacífica.

 No vi un solo disturbio antes del zócalo. Y llegando a él, pasaron casi 40 minutos entre los petardos y la golpiza. ¿Por qué?  Si los provocadores estaban ahí mientras el zócalo aún estaba semi lleno, y era un buen momento para controlarlos.

Tengo que admitirlo, ayer sentí miedo, lo he dicho quizá ya, me da miedo la violencia, quisiera que pudiéramos salvar por la vía pacífica nuestro hermoso país. Pero cada vez con más frecuencia me pregunto, ¿y si no?

Y es que no creo que haya una sola persona aquí que quiera una guerra, nadie con conciencia al menos, las guerras son horribles, causan hambre, daño colateral, odio, y muertes innecesarias.

Esperen, ¿no será que estamos ya en guerra y no lo sabemos? Quizá es más bien hora de tomar bando en una guerra a la cual nos metieron sin avisar, la de los delincuentes (incluído el gobierno), contra el pueblo.

Mucha gente dice, que nos pongamos a trabajar, que a algunos les pasa lo que les pasa por revoltosos, otros creen que las muertes son lejanas, de personas que no conocen y cuyos nombres no les importan.

Hasta que les importa.

Yo también durante años creía que Sinaloa y Chihuahua estaban lejos, que el Narco era cosa de ellos.

Que los secuestros sólo les ocurrían a los ricos, que el hambre, sólo ocurría en los pueblos indígenas. Que la muerte, sólo rondaba a los temerarios y criminales o policías. Si bien apoyaba las causas, lo hacía con la convicción de quienes creen en la justicia, y no de quienes se sienten atacados.

Hace años la Ciudad de México era considerada una de las más peligrosas, la gente huía a ciudades más tranquilas, por la alta delincuencia que existía. La seguridad en el DF mejoró mucho durante años, o quizá, la seguridad de otros estados empeoró.

Cuando me fui a Cancún, los zetas comenzaron a llegar.  Al principio, no se notaba mucho, el problema es que como todo, si no se controla, cada vez es peor, al final, creo que los del cartel del pacífico también peleaban. Y entonces,  Sinaloa estaba a la vuelta. Un colega perdió su casa a manos de los zetas. Un amigo tuvo que huir de la ciudad con su familia, dejando todo por las amenazas.

Una vecina de mi empleada tuvo que cerrar su puesto de quesadillas porque no le alcanzaba para el uso de suelo. El chico de las crepas a una cuadra de mi casa corrió la misma suerte.

En la zona metropolitana de  México, dos personas a quienes adoro,  que toda su vida han trabajado arduamente en un puesto de mercado, cuyas ganancias nunca han sido ostentosas, tuvieron que pagar protección también en el mercado donde laboran. Protección de quiénes, me pregunto yo.

Ahora, fueron 43 normalistas, y muchos piensan que no significan nada.

Pero los mismos cerdos que mataron a esos chicos, son los que desde siempre, te levantan en la calle sin ninguna razón, te quitan tus cosas y te ponen una madriza, y esos casos, que antes parecían ocurrir a otros, hace un par de meses, le pasaron a un amigo. Hace poco me enteré que otro amigo de una amiga, fue levantado por la poli, yendo a su casa, no en manifestaciones, no por alterar el orden, simplemente, porque sí, lo golpearon y quedó tan mal que perdió la memoria y estuvo perdido por días.

Hablando de manifestaciones, amigos de mi hermana, conocidos, han sido arrestados, no en medio de la marcha, no, camino a sus casas, Bryan, conocido de muchos, siempre con su guitarra, levantado con una chica, sin motivos, en un día que ni siquiera había marcha, le quisieron imputar el crimen de la puerta, pero al no poder, decidieron decir que le robó 500 pesos a un policía, porque claro, asaltar a un policía con una guitarra es cosa fácil.

CU, mi casa de estudios, el lugar sagrado para muchos, siendo invadido por elementos de la PGJ,  ok, por un celular, qué hacían vestidos de civiles, en un auto particular, por qué el auto además tenía logo del IPN, y por si fuera poco, disparando contra personas, estudiantes, perritos . Los granaderos queriendo entrar. Mis padres yendo a sacar chicos en la noche.

Ayer, una amiga de mi hermana, herida, mis amigos atacados por los gases lacrimógenos, mi madre y yo, huyendo del centro, con miedo, porque sí, teníamos miedo.  La incertidumbre esperando noticias de nuestra gente, el coraje, la impotencia.

Los muertos, los heridos, los oprimidos, los narcos, nada de eso está lejos ya. Están aquí, a la vuelta de la esquina, son un hecho que sin importar lo cómodos que estemos en nuestras casas, nos vienen a sacar de ellas, y a abrir los ojos.

Hace una semana una señora pidió perdón a los estudiantes que había acosado de revoltosos, su hijo, un chico x acababa de ser detenido, no un anarco, no un provocador, no un guerrillero.

Hoy, una señora habla de la renuncia de su esposo al cuerpo de policía, la orden dijo, era golpear señoras, niños, y gente en paz, se negó a acatarla, y hoy es un desempleado más de este país.

Hablando con una amiga me decía, me siento mal por haberme ido, yo también me siento mal, pero en ese momento, decidí que era más útil entera que dejándome madrear por esos malditos, mañana sin embargo, quizá no tenga esa opción, quizá no me mate un policía, quizá un delincuente lo haga, quizá el gobierno me desaparezca, quizá les queme un puto palacio de gobierno, por haber matado a mi gente, porque señores, si sus hijos fueran los normalistas, quizá querrían quemar palacio nacional también.

No, yo no creo que la salida sea la guerra, pero creo gente que la guerra ya nos la están haciendo, y si la sangre tiene que correr, prefiero que sea la de ellos, y no la de los míos, y no hablo sólo de mis amigos activistas, a los cuales admiro y respeto por tener el valor que a mi muchas veces me falta. Hablo de todos aquellos que han sido silenciosamente asesinados, por rebeldía, por pobreza, por dignidad, por invisibles, o simplemente porque se les atravesaron en el camino el día equivocado.

Si me preguntan, soy como Eve en V de vendetta, quisiera no sentir miedo, pero lo siento, lo siento todo el tiempo y cada vez con más frecuencia, porque antes sólo temía al gobierno, ahora temo mucho más a nuestra indiferencia, a nuestra apatía, a nuestra incapacidad de entender que todos, incluyendo a aquellos que están luchando nuestras causas, somos personas.

Me aterra saber que a la gente una muerte le duele menos porque es un chico revoltoso, o incluso un anarco. Que los policías pueden acatar la clase de órdenes que les imponen desde arriba porque no se dan cuenta que los que tienen enfrente son la misma clase que ellos, y que pueden dormir en las noches sabiendo que mañana, esos podrían ser sus hijos.

No quiero una guerra, pero para terminar con esta guerra, quizá sea necesario defendernos, y me duele, y me da miedo, pero los muertos, el daño colateral, el hambre, la miseria, no son cosas de las que esté exento este país actualmente, y si seguimos esperando a que su causa sea la nuestra, lo conseguiremos, cuando el muerto en las noticias ya no sea un chico sin nombre, sino nuestros amigos, hermanos, hijos, padres.

Y tú? Vas a esperar a que tu causa tenga nombre propio?