Vengo regresando de vacaciones con la familia de mi papá,
algo que no hacía desde hace muchos años, podría contar muchas cosas de mi
viaje, que fue un gran viaje excepto por dos cosas, la primera, coincidió con
la visita de una tía que adoro al DF y me la perdí. La segunda, que estando en
uno de los estados más relacionados con el narcotráfico en México, fueron las
noticias de casa las que me tuvieron con angustia los 10 días.
Ver el FB se ha convertido en la nota roja. Y ya no ocurre
lejos, es en casa. No recuerdo cuál fue ya la primer nota. Un multihomicidio en
la Narvarte, esa colonia en la que de niña paseaba con mis amigas, donde
podíamos salir a la tienda solas y cubrir el trayecto completo de mi casa a
casa de un amigo a unas 8 cuadras sin temor a nada más que a los autos.
Una colonia donde viven y trabajan muchas personas que
estimo. Los muertos no tenían nombre, ahora lo tienen, Rubén, Nadia, Yesenia,
Mile y Olivia, algunos activistas, otras sólo personas, perdón, corrijo, todos
personas, todos hijos, hermanos amigos de alguien, historias vienen y van y la
justicia tal vez (muy probablemente) no haga nada, pero todos sabemos que Nadia
y Rubén venían huyendo de Veracruz, que el gobierno los tenía más que
amenazados.
No logro quitarme la imagen de sus rostros sonrientes, como
unos días antes no podía quitarme la de los niñitos asesinados por el ejército
en Michoacán.
La semana sigue, una mujer es asesinada a sangre fría en un
restaurante de México, al más puro estilo del crimen organizado, esta vez en
una taquería, en plena luz del día No creo que se haya visto algo así desde
hace muchos años cuando Paco Stanley entró al Charco de las ranas para no salir
de ahí. Y recuerdo como muchos se conmocionaron, sin importar que él estuviera
relacionado con el narco, y cómo encarcelaron a unos e hicieron un gran circo,
sin que de la realidad se dijera una sola palabra. No conozco a la mujer, no sé
si era criminal, dicen que tenía unas estéticas en Polanco o algo, que no quiso
pagar su derecho de piso. Esa palabra la conocí en Cancún, pagar por poder
trabajar, porque te cuiden, de quién, de ellos mismos. Luego la escuché en
Neza, en un mercadito, 1500 pesos al mes para que no te maten, no importa si
tienes un pequeño puesto, o si eres un hotelero magnate.
Sin embargo, sin saber nada de ella, puedo imaginar la
escena, el caos en el lugar, el miedo y la angustia, no sé quién era ella, pero
sé que su muerte importa. Que la violencia ha llegado.
Leo una nota sobre una chica que vivía en Chimalhuacan, una oaxaqueña que fue masacrada por la tía y
la madre del exnovio, porque no se quiso casar, porque se embarazó de otro,
asesinada con el bebé en el vientre. Y todos sabiendo quién lo hizo, pero sin un
solo castigado, claro, excepto por la chica que murió, la familia que la
perdió, y el país que cada vez luce más rojo.
Por último y no menos importante, un chico, campeón de
ajedrez, universitario, no sé, no he querido terminar de leer la nota, le
siembran droga en el aeropuerto, es encarcelado, es delito federal, podría
quedarse encerrado años, llegando al DF el taxista (que por cierto me hizo
pensar en que debí haber tomado el metrobús) escucha la nota, y al mismo tiempo
entrevistan al papá de otra chica, una que llegó de Colombia y también le
cambiaron la maleta, lleva 6 meses en el reclusorio, historias de corrupción,
desaparición de pruebas, de derechos. Sólo una historia más, a eso se reducen
últimamente. Es imposible llevar la cuenta, seguir el ritmo, aguantar tanto sin
querer sacarse el corazón (o en su defecto sacárselo a más de un gobernante).
Pero todos importan, todos tienen nombre, todos tienen
personas que los lloran, y yo lo hago, me duele, me duele este país, me duele
la humanidad. Y uno sólo puede ponerse a trabajar y no quejarse porque podría
ser el siguiente en la cárcel, con una bala en la frente, desaparecido por 9 meses. Pero cómo vives sin pensar en ello, cómo te
sacas de a cabeza que a unas cuadras de donde duerme la gente que quieres,
alguien mató a 5 personas y nadie vio nada, nadie dice nada, y probablemente
nadie hará nada.
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